Estas primeras etapas de la vida y en particular los primeros 5 años, son trascendentales en la adquisición de hábitos y conductas alimentarias saludables que perduren hasta la edad adulta. Establecer rutinas saludables en la infancia es una inversión en salud para toda la vida, por ende, el proceso de formación de hábitos y conductas en los niños, se basa en la construcción de rutinas.
Pero,…qué son hábitos alimentarios? En general, los hábitos son esas acciones que, a base de repetirlas, se convierten en nuestra forma de hacer las cosas. En el caso de los hábitos alimentarios, estos se refieren a un conjunto de costumbres que determinan el comportamiento del individuo en relación a los alimentos y la alimentación, las cuales conllevan a formar y consolidar pautas de conducta y aprendizajes que se mantienen en el tiempo y repercuten en el estado de salud, nutrición y el bienestar. Son producto de la interacción entre la cultura y el medio ambiente. Entre estos, se encuentran la práctica de la lactancia materna, uso de fórmulas infantiles y/o leche entera de vaca, preparación y/o dilución de las fórmulas, destete, introducción de nuevos alimentos, frecuencia de consumo, preparación de los alimentos, rechazos y preferencia de alimentos, entre otros.
Mientras que la conducta alimentaria, es el resultado de la relación entre la actitud interna del individuo frente a la alimentación y las influencias externas dadas por el ambiente, horarios, lugar y duración de las comidas, compañía e interacción con el cuidador que rodean el acto de alimentación y conducen a un determinado estado nutricional. Todos estos factores condicionan que una conducta alimentaria pueda ser adecuada o no y por esta razón, modificaciones sencillas sobre estos elementos con frecuencia y en gran medida mejoran la ingesta del niño. El desarrollo de la conducta alimentaria es un proceso complejo en el que participan componentes fisiológicos de regulación de la ingesta, del crecimiento y peso corporal; componentes psicológicos del niño, de los padres y de la familia y además componentes culturales y sociales.
Dependiendo de la edad del niño se debe buscar la forma más adecuada para transmitirle el mensaje y en donde los padres se convierten en el ejemplo a seguir. De tal manera que durante este camino hacia los sólidos, es importante recordar que:
- Previo y después de las comidas, tanto el niño como el cuidador deben lavarse adecuadamente las manos.
- El ambiente físico para realizar la comida debe ser adecuado, es decir, seguro, limpio y agradable al niño.
Deben evitarse todo tipo de distractores: TV, tabletas, DVD, juguetes o cualquier otro artículo que pudiera interferir con el hecho de que el niño se interese en la comida que se ofrece.
- El niño debe estar bien sentado y con los pies apoyados, en una mesa a la altura apropiada.
- El tiempo dedicado a las comidas debe oscilar entre 25 y 30 minutos, en sus horarios respectivos, diferenciando las horas de las comidas de otras rutinas del día, así el niño aprende a darle su tiempo y espacio a las diferentes actividades diarias. La comida debe mantenerse como evento principal, en el que no se incluyan otras actividades.
- Establecer horarios fijos para cada comida, con lo cual a lo largo de la vida, estaremos
evitando la necesidad de picotear entre comidas. Así mismo, el horario en que se ofrezcan las comidas debe irse adecuando a los hábitos familiares, de tal modo que para los 12 meses, el niño pueda incorporarse a la mesa familiar.
- El cuidador debe ofrecer los alimentos con paciencia y constancia, considerando que no siempre a la primera se aceptará el alimento y su rechazo, no siempre indica que debamos olvidarnos de él; se requieren varios intentos. Aunque los niños están dispuestos a explorar y probar alimentos nuevos, tienden también a rechazarlos y pueden ser necesarios hasta 8-10 exposiciones al mismo alimento, para que comiencen a aceptarlo.
- Respetar las señales de hambre y saciedad; NO se debe obligar a comer. Es recomendable no esperar hasta que el niño tenga mucha hambre, pues ello facilita el rechazo, ya que la alimentación complementaria lleva más tiempo que simplemente ofrecer el pecho.
- No abusar de la sal ni el azúcar. Antes del primer año de vida, no son ni siquiera necesarios.
- Promover el uso del vaso y la cuchara y, en la medida que el niño crezca se le enseñará sobre el uso de los cubiertos. Se deben emplear utensilios apropiados,
cucharita pequeña y recubierta de material no metálico, para evitar lesiones de mucosas y encías. Los vasos y platos, deben ser de material irrompible y de tamaño adecuado al niño.
- Limitar el consumo de líquidos, especialmente en forma de jugos ya que si se dan en grandes cantidades causarán sensación de saciedad y de rechazo hacia los sólidos.
- No premiar ni castigar con alimentos.
- No etiquetar alimentos como buenos o malos.
- El momento de la comida debe ser un momento de agrado para todos. No se trata de pelear para que los niños coman, sino alimentarles, enseñarles modales y construir un momento de unión y comunicación. La «hora de comer» debe visualizarse como un acto de mucho agrado.
REFERENCIAS
– UNICEF. Formación de hábitos alimentarios y estilos de vida saludables. Disponible en: http://www.unicef.org/venezuela/spanish/educinic9.pdf
– Gómez L. Conducta alimentaria, hábitos alimentarios y puericultura de la alimentación. CCAP; 7(4):38-50.
– Osorio J, Weisstaub G y Castillo C. (2002). Desarrollo de la conducta alimentaria en la infancia y sus alteraciones. Rev Chil Nut 29(3): 280-285.
– Zarzalejo Z, García M, Álvarez M, Millán A (1999). La evaluación dietética como instrumento diagnóstico en la población pediátrica. An Venez Nutr ;12(1):33-44.