Durante la vida de una persona, los huesos, que son tejidos vivos, pasan por cambios a medida que los huesos viejos se desgastan y el cuerpo forma nuevos. La adquisición de una adecuada mineralización durante la infancia ha demostrado ser un hecho clave en la prevención de la osteoporosis del adulto. Por eso se puede prevenir si se disminuyen los fenómenos de resorción, que se incrementan con la edad, o bien si se consigue una buena mineralización en las primeras etapas de la vida.
Existen 2 períodos que se consideran críticos en la obtención de la masa ósea: los primeros 3 años de vida y la pubertad. Es muy probable que los defectos en la
mineralización surgidos durante el primero puedan ser compensados más adelante. Sin embargo, es posible que las interferencias que se presentan durante la pubertad condicionen ya un riesgo real de osteoporosis, difícil de recuperar.
Los huesos aumentan más de fuerza y tamaño durante la adolescencia, cuando las hormonas de la pubertad aceleran su crecimiento (la hormona del crecimiento y las hormonas sexuales, principalmente). Los huesos no solo crecen de largo y ancho, sino que también se vuelven más densos, alcanzando su mayor nivel de masa ósea alrededor de los 20 años, sin embargo, la lenta pérdida de masa ósea comienza, en algunos huesos, a la edad de 30 años como un aspecto normal del envejecimiento. Durante la adolescencia se forma 40% de la masa ósea de toda la vida. No obstante, los varones alcanzan una masa ósea superior a la de las hembras y son menos propensos a tener osteoporosis en la vejez.
Se estima que 1 de cada diez niñas y menos de uno de cada cuatro varones de entre 9 y 13 años recibe la cantidad adecuada de calcio o más. Esta falta de calcio tiene un gran impacto en los huesos y los dientes. El cuerpo retira continuamente y reemplaza pequeñas cantidades de calcio de los huesos. Si el cuerpo retira más calcio del que repone, los huesos se vuelven más débiles y tienen más probabilidad de quebrarse.
Mientras más masa ósea “se almacene” en la niñez y adolescencia, más protegidos estaremos de la pérdida ósea que más adelante pudiera ocurrir.
¿Qué afecta la salud ósea de los niños?
Tanto los genes que heredamos como las hormonas y el estilo de vida afectan el nivel máximo de masa ósea que alcanzamos. El riesgo o la resistencia al desarrollo de osteoporosis depende hasta en un 60–80% de factores genéticos, siendo el más influyente de todos. Pero para que los niños alcancen su pleno “potencial genético”, necesitan ciertas hormonas, además de una alimentación sana y ejercicio regular.
Algunos factores que interfieren con el desarrollo saludable de los huesos :
Dentro de los factores ambientales sobre los que se puede actuar, la alimentación es fundamental al aportar los nutrientes que, bajo la información genética y la regulación de factores generales y locales, llevará a cabo la mineralización del esqueleto: consumir suficiente vitamina D, calcio y proteína, contribuirían a la mejor salud ósea. El calcio es el principal elemento para tener huesos fuertes y saludables, y la vitamina D contribuye a que el cuerpo absorba el calcio.
Adicionalmente, es importante considerar que existen diversos factores en la dieta que pueden interferir en la retención de calcio. Entre estos, encontramos al ácido fítico de los cereales y granos, así como el ácido oxálico de vegetales (espinaca, acelga, té, chocolate), que disminuyen la absorción intestinal de este mineral. Las proteínas, por su parte, aumentan la excreción urinaria de calcio al incrementar la carga ácida total, por lo que es necesario consumir el requerimiento diario indicado y evitar dietas hiperproteicas. Así mismo, el sodio dietético es un factor importante en la excreción renal de calcio ya que comparten el mismo transportador renal. De allí que el consumo de frutas y vegetales resulta vital, al ser ricas en potasio y bicarbonato, que disminuyen las pérdidas renales de calcio. Los refrescos o bebidas carbonatadas y el café, contribuyen también a las pérdidas renales de calcio.
Mantener un peso saludable y realizar actividad física, contribuyen en forma significativa a la salud ósea . Los ejercicios en los que se soporta peso, como correr y saltar, aumentan la fuerza de los músculos y huesos.
¿De dónde obtienen la vitamina D y calcio los niños?
Vitamina D. La mayoría de la vitamina D se produce cuando se expone la piel a la luz del sol. Los niños reciben vitamina D cuando juegan afuera, expuestos al sol directamente.
También obtenemos un poco de vitamina D de los alimentos, pero muy pocos alimentos en su estado natural contienen vitamina D. En Estados Unidos generalmente se fortifica (se añade vitamina D) la leche, los preparados para biberón y algunos cereales.
Los bebés necesitan por lo menos 400 UI (unidades internacionales) de vitamina D todos los días. Los bebés lactantes deben tomar suplementos de vitamina D, ya que la leche materna tiene poca vitamina D. Los niños y adolescentes necesitan por lo menos 600 UI de vitamina D al día.
Calcio. Sobre este micronutriente ya hemos hablado en post anteriores, sin embargo, es importante recordar que la dosis diaria que se recomienda para los niños y adolescentes varía según la edad:
0–6 MESES | 7–12 MESES | 1–3 AÑOS | 4–8 AÑOS | 9–18 AÑOS |
---|---|---|---|---|
210 mg | 270 mg | 500 mg | 800 mg | 1.300 mg |
A continuación una lista con el contenido de calcio de algunos alimentos:
Enseñemos con el ejemplo ! Ofrezcamos una dieta rica, variada y saludable a diario con alimentos ricos en calcio. Fomentemos la práctica de actividad física desde los primeros momentos de la vida.
REFERENCIAS
-Golden N , Abrams S and Committee on Nutrition. (2014). Pediatrics; 134: 1229-1235.
-Bachrach L, Claudio L y Rogol A. (2012). Los niños, los adolescentes y la salud ósea. Disponible en: http://www.hormone.org/-/media/hormone/files/spanish/questions-and-answers/bone/fs_obh_children_bone_health_sp-web.pdf
-Alonso M, Redondo M. (2010). Nutrición infantil y salud ósea. An Pediatr ; 72(1): 1-11.
-López M y Viso M. (2009: Salud ósea en la infancia y adolescencia. En: Nutrición en Pediatría. Caracas: Editorial Médica Panamericana; pp. 329-344.