Son recomendadas para los primeros 6 meses de vida, período durante el cual la alimentación debe ser exclusivamente láctea, capaz de cubrir los altos requerimientos nutricionales en relación al peso. Todas las fórmulas de inicio son derivadas de la leche de vaca, la cual es modificada en cantidad, calidad y tipo de nutrientes con el fin de asemejarla tanto como sea posible a la leche humana, y adaptarla a la condiciones de inmadurez digestiva y metabólica del recién nacido, mejorar su digestibilidad y tolerancia, disminuyendo la carga renal de solutos.
Calorías: aportan en promedio 67 kcal/100 ml a dilución normal (oscilando entre 60 – 75 kcal /100ml), en forma similar a la leche materna.
Proteínas: el aporte proteico intenta imitar el valor biológico de las proteínas de la leche de madre con un contenido adecuado de aminoácidos esenciales, evitando además una carga renal de solutos exagerada. Sin embargo, la leche de vaca no posee taurina, esencial para prematuros.
Para lograr una calidad semejante a la leche humana, se disminuye el contenido proteico y se reemplaza parte de la caseína de la leche de vaca, por proteína del suero rica en lactoalbúmina y albúmina bovina, obteniendo así una relación caseina:suero más semejante a la de la leche materna (40:60), por esta razón, el tiempo de vaciamiento gástrico continúa siendo más lento en los niños alimentados con fórmula. Las proteínas del suero de la fórmula contienen beta-lactoglobulina y en menor concentración seroalbúmina e inmunoglobulina G. Mientras que las proteínas del suero de la leche materna contienen alfa lactoalbúmina, lactoferrina, lisozimas e inmunoglobulinas.
La osmolaridad de la leche de vaca (350 mosm) es significativamente mayor que la de la leche humana (286 mosm), por lo que el niño amamantado no necesita una ingesta suplementaria de agua, a diferencia del niño alimentado con leche de vaca.
Grasas: la cantidad de grasas en las fórmulas de inicio es semejante a la leche materna, lo cual representa entre el 40-50 % del total energético ingerido por un lactante que se alimenta con estas fórmulas. La absorción de la grasa de la leche materna es del 90%, mientras que la de la leche de vaca es de alrededor de un 60%, ya que la lipasa no se encuentra en la leche de vaca. La sustitución total o parcial de las grasas lácteas en las fórmulas infantiles por grasas poliinsaturadas de origen vegetal, tiene entre sus objetivos, mejorar por un lado la absorción de las grasas y por el otro, la calidad, al añadir mayor cantidad de ácidos grasos esenciales (linoleico y linolénico). La leche humana además de aportar dicho ácidos grasos, contiene sus derivados preformados: araquidónico (ARA) y docosahexaenoico (DHA), conocidos como ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga o LC-PUFA por sus siglas en inglés, mientras que en la leche de vaca estos ácidos grasos se encuentran en pequeñas cantidades. De estos ácidos grasos, las fórmulas de inicio deben mantener una relación de 5 a 15 partes de linoleico por 1 parte de linolénico (0,5 % de la energía total), lo que permite obtener por síntesis orgánica los otros ácidos grasos necesarios; fundamentales para el desarrollo del sistema nervioso y de la retina.
Los ácidos grasos monoinsaturados también se absorben bien, debiendo las fórmulas aportarlos en cantidades adecuadas. La mayor parte de las fórmulas contienen muy poca cantidad de ácidos grasos trans.
Carbohidratos (CHO): la mayoría de las fórmulas de inicio contienen lactosa como único CHO; el resto de azúcares de la leche materna (oligosacáridos) favorecen el crecimiento del Lactobacillus bifidus, unas bacterias que generan un medio intestinal ácido, fundamentales para inhibir el crecimiento de determinados microorganismos patógenos y que se encuentran en concentraciones 10 veces superiores a la leche de vaca. El contenido de CHO de la leche materna es de 7 g/100 ml, de la cual, el 90% es lactosa. Las fórmulas de inicio deben añadir más lactosa a la proveniente de la leche de vaca que contiene entre 4-5 g/100ml. La lactosa es hidrolizada principalmente por la lactasa del borde en cepillo de la mucosa intestinal y absorbida como glucosa y galactosa. Esta actividad enzimática está completamente madura al nacer. La lactosa no absorbida queda en la luz intestinal y es fermentada por la flora colónica con producción de gas y ácido láctico, acidificando la materia fecal. Este macronutriente es también favorecedor de la biodisponibilidad del calcio y otros minerales.
Vitaminas y minerales: los minerales están en distinta proporción y osmolaridad en la leche de vaca y humana. Son más concentrados en la de vaca. La vitamina A como beta-caroteno no existe y la vitamina E es escasa en la leche de vaca.
Hierro (Fe): tanto la leche de vaca como la humana son pobres en Fe. No obstante, el Fe de la leche materna tiene una alta biodisponibilidad (más del 50% es absorbido), sin embargo, estos niños deben ser suplementados a partir del cuarto mes. Por otro lado, el Fe de las fórmulas lácteas suplementadas se absorbe hasta en un 10%, por lo que el riesgo de anemia en niños alimentados con fórmula, es mayor, de allí que idealmente debe seleccionarse una fórmula fortificada con este mineral. Así mismo, la leche de vaca puede producir microhemorragias en el tubo digestivo del lactante, condicionando una pérdida adicional de hierro.
LOS COMPONENTES BIOACTIVOS DE LA LECHE HUMANA COMO LOS MODULADORES DEL CRECIMIENTO, LAS ENZIMAS, LAS CÉLULAS, NO SE ENCUENTRAN EN LA LECHE DE VACA NI EN LAS FÓRMULAS.
La siguiente tabla resume las diferencias en composición entre las leches materna, de vaca y las fórmulas de inicio y continuación:
Hoy día existen además fórmulas complementadas con nucleótidos, que parecen particularmente beneficiosos para el lactante y pueden considerarse nutrientes “condicionalmente esenciales” en períodos tempranos de la vida; probióticos y prebióticos para promover el desarrollo de una flora intestinal protectora, así como otros factores nutricionales para hacerlas más completas y atractivas.
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REFERENCIAS
-Dalmau J, Ferrer B, Vitoria I. (2015). Lactancia artificial. Pediatr Integral; 19 (4): 251-259.
-Martín B. (2005). Estudio comparativo de la leche de mujer con las leches artificiales. An Pediatr; 3(1):43-53.
-Cilleruelo M y Calvof C. (2004). Fórmulas adaptadas para lactantes y modificaciones actuales de éstas. An Pediatr Contin 2004;2(6):325-38.
-Lázaro A y Martín B. Alimentación del lactante sano. Disponible en: https://www.aeped.es/sites/default/files/documentos/alimentacion_lactante.pdf